Durante los primeros capítulos de este libro, no sabía si me estaba gustando o no. Parece una decisión deliberada el que sea una historia en la que es difícil adentrarse, porque el autor juega con los puntos de vista de diferentes personajes sin darles necesariamente una introducción, lo que requiere de un lector activo para recoger esos fragmentos y reconstruir las partes de la historia.

Este tipo de narración es muy interesante, pero creo que puede ser disuasoria para alguien que busque un tipo de lectura más “pasiva”, por llamarla de alguna forma. Una vez superados los primeros capítulos, cuando ya estamos más familiarizados con los personajes y con la prosa del autor, se empieza a apreciar más el dinamismo que crean estos diversos puntos de vista. Además, después de una primera parte más bien introductoria, la segunda parte fue, para mí, mucho más disfrutable (y dura a partes iguales).

Al estar ambientado en una academia militar, todos los personajes son chicos jóvenes pasando por una educación muy dura y siempre en unos ambientes masculinizados y violentos. Puede ser una lectura bastante difícil a nivel emocional. El autor consigue crear esa sensación de temor y de desasosiego, en la que el lector se adentra en esa escuela con sus dinámicas despiadadas. En un mundo en el que estamos poniendo sobre la mesa el debate de las “nuevas masculinidades”, es interesante leer una novela que plasma de forma tan vívida cómo ha sido tradicionalmente el rol masculino. Y dice mucho del virtuosismo de un escritor poder plasmar en una novela los sentimientos y experiencias de sus personajes de forma que cualquiera que lo lea pueda sentir compasión y simpatía por ellos.

Además de la prosa tan impecable de Vargas Llosa y esa invitación a la reflexión sobre la masculinidad y la vida castrense, a mí me gustó mucho la ambientación. Parece ser que el propio autor asistió a esa escuela militar en esa misma época, con lo cual el libro puede constituir un reflejo bastante fiel de ese periodo. A mí personalmente me resulta especialmente interesante aprender, a través de una ficción, sobre la historia de un país o una región. En este caso, refleja la sociedad de Lima en los años 50.

Por supuesto, no podemos saber (a no ser que alguien se lo haya preguntado directamente al autor, algo que probablemente haya ocurrido) cuánto tiene de autobiográfica la obra en su descripción tanto de la ciudad como de los perros. En cualquier caso, lo tomaría como un dato curioso, pero sea cual sea la realidad, nada le puede arrebatar a este libro la maestría con la que está escrito.