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A review by linorris_
Los Héroes by Joe Abercrombie
4.0
Empecé esta novela asumiendo que iba a ser la que menos me iba a gustar de Abercrombie. Aunque mucha gente disfruta las batallas que aparecen en sus libros, a mí terminan por aburrirme, y un libro de casi 1000 páginas que cuente únicamente la historia de una batalla de tres días se me antojaba una tarea muy complicada. Sin embargo, me ha sorprendido mucho y puede que sea la novela de este autor que más haya disfrutado hasta la fecha.
El libro, para empezar, es sorprendentemente antibelicista. El comienzo lo es: dos viejos amigos, ahora en bandos separados, discuten en la meseta de Los Héroes sobre quién de los dos debería quedársela. En las negociaciones se intercalan comentarios sobre su vida pasada, la vida futura que echaron a perder por empuñar una espada, y uno de los dos se retira casi cortésmente.
Un "pueblo guerrero" como es el Pueblo de los Hombres del Norte está constituido por guerreros hartos de luchar en guerras que no son suyas, en disputarse un pedazo de tierra que a nadie le importa en el fondo. Muchos de los protagonistas norteños, incluido Dow el Negro, el Rey de los Hombres del Norte, fantasean con el retiro o, por lo menos, con su vida pasada. El que para mí es el personaje más disfrutable, Craw, es un anciano agotado, líder de una docena que ha enterrado a demasiada gente y piensa que ya es demasiado tarde para él para retirarse. Por eso, intenta aprovechar cualquier oportunidad para hacer de la guerra (de su mundo, en definitiva), un lugar ejemplar: En cualquier caso, me da la impresión de que un hombre puede llevar a cabo muchas maldades en muy poco tiempo. En realidad, basta con blandir una espada. Pero para hacer el bien hay que dedicarle tiempo. Y todo tipo de esfuerzos. La mayor parte de los hombres carecen de la paciencia necesaria.
Por otra parte, un imperio expansionista como es La Unión está repleto de cinismo, como el que expresa otro de los personajes más interesantes, el cabo Tunny: ¡Me cago en sus muertos, no!, dice a unos nuevos reclutas. Sigan mi ejemplo. Yo he sobrevivido a más de una refriega, las guerras ya resultan bastante difíciles sin que haya gente luchando en ellas. Y, en cada uno de los bandos, con visiones tan opuestas, no faltan contrapuntos en muchos otros personajes que añaden una complejidad de intereses particulares, nacionales e internacionales: hay quien desea redimirse, hay quien espera morir en la batalla por no tener el arrojo suficiente para suicidarse, hay quien espera medrar, hay pillaje, hay traidores...
Incluso uno mismo se acaba preguntando para qué sirve esto de las guerras, este caos insufrible, a qué intereses sirve, quién gana con ello. La respuesta es que nadie que participe en ella gana, como muestra el hecho de que. Así reflexiona otro de los personajes principales cerca del final:
Los Héroes no trata sobre ningún héroe, por supuesto, sino que en este amalgama de intereses y egoísmos, plantea la pregunta de qué tiene que hacer uno para ser un héroe, para ser considerado un héroe por los demás o al menos para uno mismo. La respuesta es que nada de lo que se pueda hacer para ello merece la pena. La novela, en general, deja un incómodo poso que nos hace preguntarnos, de vuelta hacia acá, en qué clase de sociedad podrían existir héroes y si queremos parecernos a ese tipo de sociedad; puede que los héroes no sean verdaderamente necesarios, después de todo. Y con esta última cita que se enfrenta al absurdo de la vida, de la muerte y de la guerra, con la imposibilidad de que se dé un héroe en el mundo, acabo la reseña:
El libro, para empezar, es sorprendentemente antibelicista. El comienzo lo es: dos viejos amigos, ahora en bandos separados, discuten en la meseta de Los Héroes sobre quién de los dos debería quedársela. En las negociaciones se intercalan comentarios sobre su vida pasada, la vida futura que echaron a perder por empuñar una espada, y uno de los dos se retira casi cortésmente.
Un "pueblo guerrero" como es el Pueblo de los Hombres del Norte está constituido por guerreros hartos de luchar en guerras que no son suyas, en disputarse un pedazo de tierra que a nadie le importa en el fondo. Muchos de los protagonistas norteños, incluido Dow el Negro, el Rey de los Hombres del Norte, fantasean con el retiro o, por lo menos, con su vida pasada. El que para mí es el personaje más disfrutable, Craw, es un anciano agotado, líder de una docena que ha enterrado a demasiada gente y piensa que ya es demasiado tarde para él para retirarse. Por eso, intenta aprovechar cualquier oportunidad para hacer de la guerra (de su mundo, en definitiva), un lugar ejemplar: En cualquier caso, me da la impresión de que un hombre puede llevar a cabo muchas maldades en muy poco tiempo. En realidad, basta con blandir una espada. Pero para hacer el bien hay que dedicarle tiempo. Y todo tipo de esfuerzos. La mayor parte de los hombres carecen de la paciencia necesaria.
Por otra parte, un imperio expansionista como es La Unión está repleto de cinismo, como el que expresa otro de los personajes más interesantes, el cabo Tunny: ¡Me cago en sus muertos, no!, dice a unos nuevos reclutas. Sigan mi ejemplo. Yo he sobrevivido a más de una refriega, las guerras ya resultan bastante difíciles sin que haya gente luchando en ellas. Y, en cada uno de los bandos, con visiones tan opuestas, no faltan contrapuntos en muchos otros personajes que añaden una complejidad de intereses particulares, nacionales e internacionales: hay quien desea redimirse, hay quien espera morir en la batalla por no tener el arrojo suficiente para suicidarse, hay quien espera medrar, hay pillaje, hay traidores...
Incluso uno mismo se acaba preguntando para qué sirve esto de las guerras, este caos insufrible, a qué intereses sirve, quién gana con ello. La respuesta es que nadie que participe en ella gana, como muestra el hecho de que
Spoiler
Bayaz se mostrara tan reticente tanto a negociar una rendición como a acercarse al campo de batallaNo existe patrón alguno. La gente muere al azar. Lo cual tal vez era evidente. Lo cual quizá era algo que todo el mundo sabía. Algo que todo el mundo sabe, pero que nadie cree en realidad. Creen que cuando les toque a ellos su muerte encerrará una lección, tendrá un significado, será una historia merecedora de ser contada. Creen que la muerte se presentará ante ellos bajo la forma de un terrible erudito, un caballero caído en desgracia o un terrible emperador. Entonces, tocó el cadáver del muchacho con la punta de su bota, lo levantó hasta ponerlo de lado y después dejó que volviera a caer. La muerte es un funcionario aburrido con demasiadas tareas que atender. En la muerte, no hay ningún momento de revelación. Ni es una experiencia profunda. No, se acerca a nosotros sigilosamente por la espalda y se nos lleva mientras estamos cagando.
Los Héroes no trata sobre ningún héroe, por supuesto, sino que en este amalgama de intereses y egoísmos, plantea la pregunta de qué tiene que hacer uno para ser un héroe, para ser considerado un héroe por los demás o al menos para uno mismo. La respuesta es que nada de lo que se pueda hacer para ello merece la pena. La novela, en general, deja un incómodo poso que nos hace preguntarnos, de vuelta hacia acá, en qué clase de sociedad podrían existir héroes y si queremos parecernos a ese tipo de sociedad; puede que los héroes no sean verdaderamente necesarios, después de todo. Y con esta última cita que se enfrenta al absurdo de la vida, de la muerte y de la guerra, con la imposibilidad de que se dé un héroe en el mundo, acabo la reseña:
Según las canciones, debería haberse llevado consigo a muchos adversarios y se habría unido con orgullo a los muertos. En la realidad, sólo logró que un par de hombres de la Unión se alejaran de él antes de que unos cuantos más lo obligaran a retroceder contra un muro con sus lanzas. En cuanto le clavaron una en el brazo, tuvo que soltar el hacha. Entonces, alzó la otra mano y gritó aún más. No sabía si estaba gritando que se rendía o les estaba insultando, aunque, la verdad, eso daba igual. Le atravesaron el pecho con una lanza y cayó al suelo. Después, lo atravesaron una y otra vez con sus armas, que se alzaban y descendían como las palas de hombres que cavan en el campo.