La muerte, inequívoca posibilidad de expulsar la verdad gangrenada que, incrustada al interior de los personajes convocados por Oé, se metamorfosea en un grito silencioso, desgarrador y sin ecos que le sobrevivan, a menos que sobrevenga el fin de la vida. La vergüenza y la culpa, sostenidos y anudados en personajes que existen entre las ruinas de un pasado mitológico y esencial, y un presente sombrío y confuso, se debaten entre una vida cargada de pesares, o la posibilidad del advenimiento de la liberación de sus tormentos mediante la muerte en cualquiera de sus formas.

Dos hermanos. Mitsu, tuerto, pesimista y desesperanzando, y Taka, fanático e inundado de pulsiones primitivas, constituidos a partir de la singular familia que les une, trazan una historia en donde los límites del pasado se superponen en un presente psicológicamente confuso y convulso. Un pueblo, el emperador de los supermercados, el hijo con discapacidad, el bisabuelo y su hermano, la casa tradicional familiar y un conjunto de mentiras y verdades, todas peligrosamente equilibradas en papeles, sueños y en la memoria colectiva del pueblo, son los engranajes que Oé moviliza para recrear una excelente novela que toca fondo una y otra vez a medida que la historia se desenvuelve mediante lo proyectado por Mitsu, el narrador y protagonista del libro.

Un libro sorprendente y magistral, que señala sin miramientos la corrosiva y triste condición de la vergüenza. Una condición que otorga espacio a la culpa, que Oé, de forma impecable, la moviliza desde lo personal hasta lo esencial en lo humano. Una historia que recuerda irremediablemente a Dostoyevski, Golding, Dazai y Akutagawa.